—La palabra hablada es más sincera que cualquier imagen o texto.
—¿Qué palabra? ¿La mía? Eso no vale nada…
—Cierto, tus palabras están a la altura del croar de los sapos. Eres la antítesis al niño o al borracho.
***
—Y tú… ¿Qué voz oyes cuándo me lees?
—La suya.
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