Me gusta todo en lo que nadie tiene nada que perder. Cuando el día a día no me come, recuerdo que suspiro por las pequeñas cosas. Anoche, después de un largo paseo por la playa, se veía una luna preciosa desde la ventana. Me quedé mirándola un largo rato junto a la botella de vino que me abrí para celebrar la vida. Mirar y poco más. Fueron unos momentos preciosos que guardaré junto a mi colección de atardeceres.
Hoy no he visto amanecer, se estaba muy bien en la cama, remoloneado, que es otro gran placer. Y, ahora, que es lo que va después de ayer y antes que mañana, pienso en las cosas que verdaderamente me hacen disfrutar: un café, la música en directo, las calaveras de colores, una mano de cartas ganadoras, las cervezas con los amigos, fuegos artificiales silenciosos, pompas de jabón, los paisajes del otoño, encontrar dinero en un bolsillo sin recordar que estaba ahí, la sonrisa de un desconocido o que suene mi canción favorita en la radio.
Deja una respuesta