Me he quedado con ganas de levantar tu falda una y mil veces más. De perderme entre tus piernas y sentir el calor de tu lengua. De morir en el país de las maravillas.
Ansío verte salivar sobre la almohada, sobre mi espalda y que mis labios encuentren todos los recovecos donde besarte.
Deseo ver bailar tus caderas pegadas a mi cintura, mi mano agarrando tu cuello.
Todos mis deseos se tornan en una interminable lista de todas las cosas que quise hacerte y nunca te haré.
Ahora me siento como un pequeño trozo de papel higiénico pegado bajo tu clítoris, descuidado en la última vez que tiraste del retrete.
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