A veces, cuando pasas página, hace tiempo que has terminado el libro. Y es entonces cuando puedes reescribir la historia, porque no está compuesta, pero forma parte de tu biblioteca. No es preciso dejar ningún rastro para que lo mejor quede sin ser contado. Ni anclarse en ninguna aventura que ya naufragó sin atisbo de tierra firme en el horizonte. Que las palabras descansen en olas de mentes en blanco como el papel. Que las islas sigan siendo huérfanas de territorios colindantes. Que las ideas floten en las hogueras que gritan socorro a través del humo. Y que corran tintas de agua salada por cada palabra que no fue plasmada.
Imagen: “Moby Dick”, Vincenzo Fiorito.
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