Suenan tambores de guerra… No, es mi alma que ruge dentro.
Silencio, esgrimo la pluma; un papel en blanco…
Otro cabezazo contra el espejo creyendo ser «Alicia en el país de las maravillas».
Ni ella, ni Lewis Carroll, vuelta a la madriguera; elijo el conejo. Quizás llegue tarde a mi destino, quizás comienza aquí.
Si vomito mi rabia no me envenenaré, aprieto los dientes… Si consigo calmarla, si miro ese espejo sin letras de mentira, no lucharé por atravesarlo.
Si sólo abro los ojos, si las miradas matasen… ¿Mirarme a mí? No soy un suicida. Me veo, hay tiempo aún.
Si no hubiera… ¡no!, quizás aún… ¡¡no!!, Ojalá… ¡no, no y no!
Mirada al frente, ni la vendetta merece la pena. El odio se disolverá, la ira, el orgullo… El daño ya se hizo, se marchó, se fue…
Suenan trompetas de Victoria. Se acabó la guerra.
Imagen: «Alicia en el país de las maravillas», John Tenniel.
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